Aprendí a caminar antes de ayer, a plena luz de la mañana,
notando de entre los dedos hilos hilvanados a mala conciencia con alfileres del silencio,
hilos en desequilibrio cuando a penas, a gatas me deslizaba con el pecho en el suelo,
me reafirmo levantándome, diciéndote gracias por regalarme esa aguja con el dedal a juego.
Ahora todo está bien firme,
ahora los hilos permanecerán para siempre. Aunque sea mucho tiempo.
miércoles, 16 de marzo de 2011
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¿Y quién mueve los hilos?
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