jueves, 20 de enero de 2011

La siguiente noche noté el intenso olor de tu cuerpo,
y recordé cuando tú me querías y nos duchábamos abrazados, haciendo de entre los cuerpos unos charcos que nunca querríamos pisar.
Luego solté una risita nerviosa y pensé que esas aguas tranquilas que vivían entre tus brazos y los míos ya las habíamos saboteado.
Me metí en la bañera, me senté en su fría porcelana, estaba temblando, como todos los días que no son agosto en el Sur;
encendí el grifo dándole valor a los chorritos que regalaban fuego,
entonces el agua subía y se me hacía humo el cuerpo.
Estuve horas gritándote.
Estuve minutos y segundos enteros odiándote.
Hasta que decidí resbalarme suelo abajo, me levanté.
Intenté espantar los olores que me vibraban los pulmones y no me dejaban respirar.
Me metí en la cama y volviste a aparecer.

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