he fumado mi vida y del incendio sorpresivo quedan en mi memoria las ridículas colillas:
seres que no me vieron, mujeres como vaho, humo en las bocas y silencio por doquier, como un sudario para lo que no quise ser y fue, como vapor o estela sobre las olas ociosas,
niños con marinera que en la escuela aprendieron el error.
no había nadie en aquel pozo, estaba vacía la cárcel, pienso cuando abriendo al fin la puerta, y descorriendo por fin el cerrojo que me unía inútilmente a las águilas, y me hacía amar las islas y adorar la nada, descubro banal y sonriéndome, la luz.
The end. LMP.
jueves, 11 de noviembre de 2010
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