jueves, 2 de agosto de 2012


Entonces, la sirena que rescato aquel pescador del que hablábamos ese catorce de enero de hace ya un año.
La sirena, es feliz buceando en piscinas rojas.
Baila con el pescador en horizontal, bailaba en vertical y en la diagonal que hace que coincidan las arterias coronarias con el pulso de la ciudad.
La sirena se agarra al pescador y viceversa igual. Para esquivar las olas que asoman por debajo del somier que hoy brilla con el sol de primavera, tenemos serpentinas a nuestros pies. Literalmente.
“suave como el peligro atravesaste un día” y ahora no hay quien consiga arrancar mi anzuelo.
Ahora nadie puede hacer creer que aquí hace frío. Ni siquiera la sirena.
Causa y efecto, como ya contaba.





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