y como las gaviotas aman la costa
yo corro mordiendo el contraviento que me nubla la bahía;
te regalo la gloria vestida de santo a cambio de la nada que tu mencionas sobre el horizonte,
para que no te culpes de lo que perdí en un minuto bajo cero.
te cambio todo el aire de los botes de cristal de mi habitación por once paquetes envasados al vacío; para que recuerdes que nunca necesité nada que no fuera mi cuerpo.
y si quieres, por qué no, te dejo en el buzón de casa toda la arena del desierto de Tengger.
para que no vuelvas.
pero avisa a las gaviotas si cambias de opinión, no vayamos a convertir el agua en polvo azul.
jueves, 17 de febrero de 2011
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